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3 feb 2012

Ciclo // Decime que no te pasó y no te creo!




I

Noche en Buenos Aires. Vas por calles angostas. Único testigo, la Luna. Te cruzás en una esquina con algún otro noctámbulo, que como vos, lleva la sola compañía del ruido de sus pasos en el asfalto. Nunca preguntará tu destino ni tu origen, será una forma muda de entender. La noche cerrada y vos. Calle, puerta con la llave echada, calle. No hay nada más. En cada curva sentís, poca pero está, una corriente de adrenalina, de peligro inminente, de instinto animal. La noche, saca todo lo animal de nosotros. No hay viento, así que podés sentir el sonido de tu respiración, profunda y entrecortada a un tiempo, el vaivén de tus pasos, el eco de tu miedo. Es miedo y a la vez paz de estar solo y tener lo inmenso de tus pensamientos para abandonarte a imaginar lo que quieras. Es retrotraerse a cualquier tiempo, cualquier forma, en el momento que elijas. La noche te atrapa, se apodera de vos. Cada vez hay menos luz y la que queda, deliberadamente la esquivás. No sabés adonde vas, sólo querés hundirte en la oscuridad y que nunca salga el Sol. Querés sentarte en los adoquines, en el cordón y quedarte ahí. Esperando la decisión de otro de que llegue la mañana.

II

Transporte público. Toda una aventura, esas hermosas ocasiones donde uno se pasa 50 minutos de reloj sentado al lado de alguien de quien no sabe absolutamente nada. Y, si se puede, uno elige al lado de quien sentarse, no nos engañemos, es así. Pero el tema no es con el compañero de asiento sino con el que tenemos enfrentado a un par de asientos de distancia, llamémoslo “sujeto sin nombre”. Cuando me nace, que suele ser bastante seguido, excepto que esté muy concentrada en otra cosa, y por supuesto cuando el ”sujeto sin nombre” lo amerita, se me da por mirar fijo a un par de ojos ajenos. Es un juego muy divertido, si se capta espontáneamente por las dos partes intervinientes. Una especie de a ver quien aguanta más sin hablar, sin sonreir, sin mirar para otro lado. Te empezás a hacer preguntas, no preguntas concretas sino muy generales. A veces cuesta atraer la mirada, a veces otro empieza primero. Tiene cierto riesgo que se aprende a manejar con el tiempo pero indefectiblemente el juego termina cuando alguna de las dos partes llega a destino.