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14 sept 2012

Ciclo // Pequeños buenos momentos

Me dí cuenta que aprendí a disfrutar las pequeñas buenas cosas de la vida. De esas, están llenos todos los días. Aprendí a dejar de esperar las grandes cosas y empezar a disfrutar de las alegrías cotidianas. Acá va entonces un rejunte de leves escritos, sin más intención que quizás lograr transmitir algo, aunque sea una sensación. O ideas del tipo de un ejercicio de asociación libre.

Las inclemencias del tiempo: Qué importa todo eso? Si al final sólo quedamos vos y yo. Qué importan los pequeños problemas, las pequeñas cuestiones, las inseguridades. Si al final sólo quedamos vos y yo. Vos y yo, desnudos frente a todo. Invencibles por lo malo. Vulnerables a lo bueno. Invisibles para el resto. Ideales para nosotros.

Ese domingo: Dije muchas palabras, pero más fueron mis silencios, no llegué a contarlos. Le dí vida a 440 burbujas de jabón, todas ellas la perdieron pronto en un estallido de gotitas, menos una, q sobrevivió y se fue. Cruzó la medianera y la perdí de vista.

Testigo: Él la miraba pero ella no. Estaban ahí en el medio de la vereda. Plena Buenos Aires, a pleno día. No importaba. Se notaba que había algo que decir. Y entonces, no importaba. Yo pasaba y ellos eran sólo dos extraños parados en el medio de todo. Él tenía algo que decir. A ella sólo le restaba escuchar. No sé que le decía, yo sólo pasaba. Pero se entendía todo, con sólo mirarlos. No quiero decir lo que pasaba, no quiero ponerle un nombre. Estoy harta de esa palabra. Dejémoslos correr.

Sin títular: Me manché las manos de cemento, me raspé los codos, pero estoy construyendo algo y está quedando bueno. Quién puede saber cuanto va a durar en pie? Lo mejor es que ya no me importa.