El reloj en mi cocina vuelve el tiempo para atrás, posta.
Cuando algo no funciona, cuando realmente una sabe que algo no funciona pero no
conoce el porqué, hay que dejarlo ir. No preocuparse más. Y no sólo al reloj me
refiero. Digo, es como cuando te imaginás algo. Es impresionante el poder de la
imaginación, para estar hasta en el más mínimo detalle. En esos momentos soy
capaz de ver colores, de ver gestos, de ver palabras, porque todo se trata de
ver, no de sentir, ni hablar, eso no existe en los sueños. Cuando soñás sólo
ves, lo pensaste? En los sueños no hay sabores, ni olores, ni tacto, sólo ves.
Es casi como un sueño de esos tan vívidos que cuando te despertás vas al espejo
para ver si son ciertos. Es imaginarse todo, e imaginárselo perfecto, obvio.
Para eso están los sueños. Para que las cosas se compliquen está el resto, lo
que queda.
Y hay veces en que uno ve todo tan claro, tan directo, tan
simple. Eso es lo que tiene de bueno la ilusión, se pierde casi tan rápido como
aparece. No es como la esperanza, esa es la peor. Y una tortura que tarde tanto
en irse. Pero cuando al final también perdemos la esperanza, ahí si que viene
el alivio. El alivio y la felicidad, todo junto. A la mierda con la esperanza.
(siempre tan susceptible, para variar)
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