Powered By Blogger

3 ene 2013

Hablaste tanto hoy... Desde que te abrí la puerta. Yo no sé si habré llegado a decir cinco palabras seguidas, pero vos sí. Vos hablaste y hablaste y no parabas. Al principio te seguía, por un buen tiempo me esforcé por escucharte hasta que llegó un momento que no pude más. Mis esfuerzos no me alcanzaron y me perdí en tu voz. En algún punto quise retomar el hilo de lo que me contabas, no pude, ya me había quedado atrás. Y es mi culpa. A esta altura debería saber que si me quiero concentrar en lo que me contás no te tengo que mirar a los ojos. Porque es automático, si empiezo por los ojos no me puedo contener y me detengo a observar cada detalle de tu cara, esa muesquita que se te forma cuando pronunciás la sílaba "ri", la manera en que fruncís levemente el ceño, la tensión en tu cuello, tantas cosas... Al final, por supuesto te diste cuenta que no estaba prestando atención a lo que me contabas. Dejaste de hablar, de repente dejaste todo por la mitad. Entonces me miraste a los ojos, me dijiste hola. Y nos reímos juntos. Ya no hablamos, no hizo falta. Sólo cuando salimos de casa, recién ahí vos dijiste dos palabras más, pero igual como antes, no hacían falta. Hola.

(quise cerrar el post con un fragmento de Rayuela, pero no se puede, habría que citar todo el libro)

No hay comentarios.: